Querido sobrino:

El Drácula de Tod Browning, se estrenó en el Roxy Theater de Nueva York el 12 de febrero de 1931. Los estadounidenses vivían hundidos en plena depresión tras la caida de la Bolsa dos años antes. También los Estudios Universal estaban al borde de la quiebra y en la película saltaba a la vista la escasez de medios.

Los forillos de la secuencia en que el carromato llega a la posada donde los montañeses recomiendan a Renfield que no continúe el viaje hasta Borgo Pass, siendo la noche de Valpurgis, son más propios deun Instituto que de una producción de Universal. Observa los sótanos de la abadía de Carfax, donde Van Helsing clavará la estaca en el corazón de Drácula, son los mismos que en las primeras secuencias han usado como cripta del castillo del conde, donde sus tres esposas salen de sus ataúdes para empezar a caminar como zombis.

La película de Browning fue un éxito de público sin precedentes desde el mismo día de su estreno. Los beneficios fueron cifrados en 700.000 dólares a nivel nacional y 1,2 millones en todo el mundo.

La afluencia masiva de espectadores reflejaba la avidez de fantasía que desató la situación económica. El protagonista Bela Lugosi aceptó un contrato de 500 dólares por semana ,uno de los más bajos del viejo Hollywood, y sólo tuvo la oportunidad de encarnar al vampiro porque Chaney murió de cáncerpoco antes de terminar los Preparativos para una película… que no quería hacer nadie.

Aunque la Universal se venía interesando por llevar a la pantalla el libro de Bram Stoker desde la inauguración de la Universal City en 1915, los inconvenientes que puso Florence Stoker -viuda del novelista- a cuantos quisieron adaptar el texto de su esposo, y los recelos que el dueño del Estudio, Carl Laemmle, sentía por una novela que consideraba morbosa para su público, habían ido posponiendo el proyecto.

 Pero en 1927 la versión teatral de Hamilton Deane y John L. Balderston se convirtió en uno de los grandes éxitos de la temporada, primero en el West End londinense, y luego en Broadway. Aún así, Carl seguía sin creer en las posibilidades del proyecto. Le parecía una obra morbosa, desagradable y hasta repugnante. El departamento encargado de leer textos para posibles guiones asentaba esa opinión con notas del estilo: «Aunque esta obra puede tener un comienzo fantástico en el escenario y resultar fascinante para los amantes de lo extraño, no se me ocurre cómo puede convertirse en una película. Es sangre, sangre y más sangre, y todo lo que puede asquear o hacer vomitar a un ser humano corriente».

Pero Julius Laemmle (se cambió el nombre para ponerse el de su padre) convenció a papá. Tenía sólo 21 años, y era un admirador del Drácula que Bela Lugosi había hecho en las tablas de Los Ángeles el verano de 1930. El éxito de “Sin novedad en el frente”, totalmente ideada por Julius, fue determinante para que el viejo Laemmle se dejara convencer.

 

Cuídate Sobrino. De tu tío Hannibal.